La convivencia de los mexicanos en el marco de una Constitución era una experiencia nueva. Durante la vigencia de la Constitución de 1824 hubo levantamientos armados motivados por la defensa a ultranza de las posiciones ganadas durante la colonia por las clases socialmente altas y por ambiciones personales de caudillos militares, todo ello impregnado de contenido ideológico: centralismo-federalismo.
La masa popular, casi toda rural, no mostró interés en participar. Los actores políticos, la Iglesia y el ejército mostraron poco respeto por la norma suprema; estas instituciones y la oligarquía criolla, enriquecida desde los tiempos coloniales, preservaron a toda costa los privilegios que habían recibido de la Corona española y se negaron a cualquier cambio. Requerían un gobierno central fuerte que mantuviera el orden y evitara cualquier intento renovador. En las provincias se fue formando una muy reducida clase media y dentro de ella personajes, casi siempre de modesta posición económica, ilustrados en las ideas provenientes de los Estados Unidos de América y de Francia que se fundaban en la libertad política y económica, la igualdad con la anulación de privilegios, y el establecimiento de gobiernos representativos electos y responsables. Veían en el federalismo la garantía institucional de las libertades locales.
Los partidos políticos eran prácticamente desconocidos en la época. Se les consideraba inútiles y peligrosos intermediarios entre los electores y los poderes estatales. La actividad política se centró en las logias masónicas: la élite criolla en el rito escocés y los defensores del federalismo en el rito yorkino. Fueron las logias el germen de los grupos que, posteriormente, se calificaron como centralistas y federalistas, y después conservadores y liberales.
Las pugnas políticas se disputaron con las armas: el vicepresidente Nicolás Bravo se rebeló contra el presidente Guadalupe Victoria quien pese a todo pudo terminar su gestión; el perdedor de las segundas elecciones presidenciales, Vicente Guerrero, se impuso por un golpe militar para ser después derrocado en la misma forma por el vicepresidente Anastasio Bustamante; éste a su vez fue desconocido por un movimiento encabezado por Antonio López de Santa Anna.
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